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La voz de los trabajadores de France Télécom

El caso “France Télécom” consistió en una serie de acosos laborales por parte de los actuales ex-ejecutivos de la compañía telefónica a los empleados. Entre los años 2005 y 2007 hubo una serie de suicidios masivos entre los trabajadores de France Télécom. 

Hemos recopilado varias declaraciones de alguno de los empleados que dieron en su momento, en particular, las de Jason Peron, ex-trabajador de France Télécom, actual Orange. 

“Hubo momentos en los que quise suicidarme. Sentía que no servía a nadie, que nadie me necesitaba. Pensaba que era un inútil que molestaba a todo el mundo y quería desaparecer, quitarme de en medio. Es una tortura mental, un proceso de destrucción espiritual que te corroe poco a poco, con reflexiones y malos pensamientos”, confesaba Jason. 

La empresa pasó de ser pública a privada, cambiando puestos, para “quitarse de encima” a los funcionarios, les decían que sus puestos ya no existían y les asignaban uno nuevo. En 1997 fue el año de la privatización. 

Las relaciones entre empleados eran incómodas, y prácticamente a veces humillantes. 

“En cada reunión con mi superior, éste me hacía sentirme desplazado, que ese no era mi lugar. Me decía que todo lo que hacía estaba mal. Después de años así, llega un momento en el que crees que no vales nada”.

“En todos los departamentos hay o ha habido bajas. El ambiente es pesado, las relaciones humanas malas. Muchos sufren en silencio, porque quejarse es ponerse en el blanco de la diana y convertirte en presa fácil”, explica Joel Peron.

Tenían una política de organización muy negativa.

“Te sientes terriblemente solo. Cada uno va a lo suyo, hay poco apoyo y la gente no habla porque tiene miedo. Cuando llegas a un nuevo equipo hay desconfianza. Todo está maquinado para dividir y destruir las relaciones humanas, es un auténtico desastre”

“Había presiones a los trabajadores, movilidad obligatoria de puesto y destino, reorganizaciones constantes, cierre de oficinas y presión por objetivos”. 

France Télécom tenía una clara ambigüedad de roles, Jason Peron, le cedieron un despacho en el que pasó meses sólo, “sin puesto ni tarea”, y un maltrato psicológico constante.

“Mi jefe me decía que todo estaba mal y cuando hacía algo bien se lo atribuía a otro”.

Esto fue la primera fase de desvalorización, estaba sólo en un cuarto donde no le daban trabajo y nadie iba a verle.

Todo ello derivó en que estuvo años sin hablar, tenía angustia, problemas en casa, sufrió un infarto, tuvo depresión e intentó suicidarse.

 

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